sábado, 19 de noviembre de 2011

Un poema de Tomás de Kempis

Hijo, no todo deseo procede del Espíritu Santo,
aunque al hombre le parezca justo y bueno.

Dificultoso es juzgar con verdad si te incita buen espíritu o malo
a desear esto o aquello, o si te mueve tu propio espíritu.

Muchos que al principio parecían movidos por el buen espíritu,
se encuentran engañados al fín.

Por eso siempre se debe desear y pedir temor de Dios
y humildad de corazón cualquier cosa apetecible que ocurra
al pensamiento y, sobre todo, encomendarlo todo a mí diciendo:

"Señor tu sabes lo que es mejor; haz esto o aquello según te agrade.
Lo que quieras, cuanto quieras y cuando quieras.
Ponme donde quieras y dispón de mí libremente en todo.
En tus manos estoy; vuelveme y revuélveme a la redonda.
Aquí estoy dispuesto a todo, porque no deseo, Señor,
vivir para mi sino para tí: ¡ojalá que sea digna y perfectamente!.

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