Cristo está ya en las pobres cosas de esta tierra,
como la luz del día y el aire, que no observamos.
Está en la expectación de toda la creación, que, sin saberlo,
espera la paticipación en la glorificación de su cuerpo.
Está en todas las lágrimas y en toda muerte,
como el júbilo oculto y la vida que vence cuando parece morir.
Está en el mendigo a quien damos una limosna,
como la oculta riqueza que se da al que da.
Está en las míseras derrotas de sus siervos,
como la victoria, que es de Dios sólo.
Está en nuestra impotencia,
como el poder que puede permitirse parecer débil,
porque es invencible.
Está hasta en medio del pecado,
como la misericordia del amor eterno,
que es paciente hasta el fin.
Está como la ley más secreta
y la más íntima esencia de todas las cosas,
aún cuando todos los órdenes parecen disolverse.
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