Poesia religiosa y profana pero ... poesia al fin y a la postre.
jueves, 26 de abril de 2012
Poesías de AUGUSTO ROA BASTOS (Asunción, Paraguay, 13 de junio de 1917 - 26 de abril de 2005)
** SI ALGUNA VEZ
Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría
con mi ser aquietado más que un agua nocturna
para la ondulación de tus palabras.
Estaría en la noche sintiendo cómo el roce
de tu voz sobre el alma del silencio me nombra,
¡y yo sin saber dónde arrodillarme...!
Vértebras de caricias reanimarán mis horas.
Palabras con sus bordes tatuados de ternura,
y entre un presagio y un temor, tú misma.
Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada,
desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras,
y en ámbitos de un hielo estupefacto,
por liturgia del fuego, mi rosa envenenada.
Será otra vez la lumbre de un corazón más joven.
(Enero, 1942)
** LAMENTO DE LA ESPIGA DE LA TARDE
Rubio color de la espiga,
no te mueras por la tarde,
que el hombre mira sin ojos
y sin voz llora penares,
por la tarde...
Rubio color de la espiga,
bajo la nieve del aire
no te mueras, no te mueras,
ni vuelvas color de sangre,
por la tarde...
El arado de la muerte
ara con rejas chirriantes.
Los campos quedan en llamas
derruidas las ciudades,
por la tarde...
Con lúgubre sonsonete
canta el labriego salvaje,
cegando luz de horizontes,
sus cantares, sus cantares,
por la tarde...
Todos los hombres se han muerto.
A lo largo de una calle
un rubio niño en harapos
duerme abrazado a un cadáver,
por la tarde...
Y el viento agita la espiga,
y el agua lava la sangre;
un viento loco de angustias,
un agua de soledades,
por la tarde...
...Todos los hombres se han muerto
por la tardé...
Cuando se despierte el niño,
cuando la espiga madure,
por la tarde...
el viento se habrá dormido
y el agua, en las soledades...,
y en el silencio, silencio,
del día que no se acabe,
granará la roja espiga
de la tarde...
(Mayo 1 – 1942)
** HUIDA
Sobre el hierro olvidado se apagan las violetas.
Y sobre el hierro crecen los suspiros y adioses,
las huellas musicales del corazón del viento
que busca lejanías para olvidar sus bosques.
Un cierto transparente sueña escorzos de huida.
Pero el soñar se quiebra sobre muertos sabores.
No basta que el instinto del nardo le apacigüe
la frente en que sollozan esmeraldas y adioses...
¿Dónde enterró su claro círculo el mediodía;
sus corolas ardientes, en qué arena, en qué noche,
si todo está en silencio: viento, flor y latido,
si todo está ya inmóvil entre las altas torres...?
El ciervo transparente yace bajo la niebla.
Sus ojos desolados por la humedad salobre
van subiendo en los tallos del humo y de la espada
para mirar la sangre secándose en la Noche.
[Enero, 1942]
** DEPRECIACIÓN
AL MINUTO ILUMINADO
Aguarda un poco más. No te me escurras
por la grieta del tiempo, ni te poses
en la rama del árbol que envejece.
No te vayas minuto con el polen
de mi angustia final hecha milagro,
espera un poco a que le ponga un nombre…
Soledad sin remedio de mis horas
que en roja espuma de dolor se rompen,
y ni a mojar alcanzan mi silencio
con humedad de lágrimas salobres.
Desamparada soledad que me hace
día a día bajar hasta los hombres
a ganarme mi pan con mis dos manos,
negándome el reposo de la noche:
ese subir peldaños de trasmudos
para moler mi trigo de emociones
en los altos molinos de mis sueños.
¡Qué dura tiranía es para el pobre
la del pan que le roba sus poemas,
y le seca el tumulto de sus voces,
y le muerde la sangre con la angustia
del más grande de todos los dolores:
el no poder dejar ni una palabra
de su mensaje eterno entre los hombres!
¿No bastaron los pájaros del cielo,
los inocentes vientos labradores,
la parda tierra y el azul del aire,
a poner en tu esencia el horizonte
de esperanzada luz que no se quiebra,
limpio trigo de amor, para que tornes
a ser después el pan cuya victoria
duele tan hondo en la profunda noche?
¿Qué te costaba ser, trigo divino,
hostia de redención para los hombres?
Por eso aquí, minuto iluminado,
vilano que encintilas tornasoles,
mientras muevo la noria no te huyas,
ingrávido detente, no te poses
en la rama del árbol que envejece.
Ya que has hecho bullir dormidas voces,
agrietando mi angustia desvelada
y encendiendo mi sangre con tu polen...,
espera un poco a que sacuda el polvo
de mis manos esclavas de resortes,
y pueda al fin subir sereno y fuerte
para moler mi trigo de emociones
a los altos molinos de mis sueños.
[Marzo, 1943]
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