SALMO III
¡Oh, Señor, tú que sufres del mundo
sujeto a tu obra,
es tu mal nuestro mal más profundo
y nuestra zozobra!
Necesitas uncirte al infinito
si quieres hablarme,
y si quieres te llegue mi grito
te es fuerza escucharme.
Es tu amor el que tanto te obliga
bajarte hasta el hombre,
y a tu Esencia mi boca le diga
cuál sea tu nombre.
Te es forzoso rasgarte el abismo
si mío ser quieres,
y si quieres vivir en ti mismo
ya mío no eres.
Al crearnos para tu servicio
buscas libertad,
sacudirte del recio suplicio
de la eternidad.
Si he de ser, como quieres, figura
y flor de tu gloria,
hazte, ¡oh, Tu Creador, criatura
rendido a la historia!
Libre ya de tu cerco divino
por nosotros estás,
sin nosotros sería tu sino
o siempre o jamás.
Por gustar, ¡oh, Impasible!, la pena
quisiste penar,
te faltaba el dolor que enajena
para más gozar.
Y probaste el sufrir y sufriste
vil muerte en la cruz,
y al espejo del hombre te viste
bajo nueva luz.
Y al sentirte anhelar bajo el yugo
del eterno Amor,
nos da al Padre y nos mata al verdugo
el común Dolor.
Si has de ser, ¡oh, mi Dios!, un Dios vivo
y no idea pura,
en tu obra te rinde cautivo
de tu criatura.
Al crear, Creador, quedas preso
de tu creación,
mas así te libertas del peso
de tu corazón.
Son tu pan los humanos anhelos,
es tu agua la fe;
yo te mando, Señor, a los cielos
con mi amor, mi sed.
Es la sed insaciable y ardiente
de sólo verdad;
dame, ¡oh, Dios!, a beber en la fuente
de tu eternidad.
Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar.
Poesia religiosa y profana pero ... poesia al fin y a la postre.
viernes, 30 de diciembre de 2011
EL CRISTO DE VELAZQUEZ, un poemario de Miguel de Unamuno
José Ángel Crespo Flor (Cañamelar - Valerncia)
Miguel de Unamuno, el más influyente conductor intelectual de la Generación del 98, hizo de la narrativa y la poesía –al igual que el ensayo- vehículos de las nociones más importantes de su pensamiento y acción, entre las que predomina el tema de la relación del Ser Humano con Dios, en estrecha vinculación con su postura estética. Las sigui entes líneas tratan de la identificación de esta constante en el extenso poema El Cristo de Velásquez. Obra en la que se perciben los ecos de la mística del Siglo de Oro, especialmente de Fray Luis de León, Teresa de Jesús y Juan de La Cruz, además de la huella de numerosos textos bíblicos.
“¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde alborea
El sol eterno de las almas vivas." ...
Manaña 31de diciembre de conmemora el 75 aniversario de su repentino fallecimiento en Salamanca. Es un buen momento para recordar a tan importante figura de las letras y el pensamiento no ya español sino universal. Un día para rememorar este poemario para algunos 'lo mejor que se ha escrito en poesía religiosa después de Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz'. Nosotros les animamos a que hagan suya esta lectura porque creemos que es la mejor forma de homenajear a este importante y profundo escritor y la mejor manera de adentrarnos en su pensamiento.
Miguel de Unamuno, el más influyente conductor intelectual de la Generación del 98, hizo de la narrativa y la poesía –al igual que el ensayo- vehículos de las nociones más importantes de su pensamiento y acción, entre las que predomina el tema de la relación del Ser Humano con Dios, en estrecha vinculación con su postura estética. Las sigui entes líneas tratan de la identificación de esta constante en el extenso poema El Cristo de Velásquez. Obra en la que se perciben los ecos de la mística del Siglo de Oro, especialmente de Fray Luis de León, Teresa de Jesús y Juan de La Cruz, además de la huella de numerosos textos bíblicos.
“¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde alborea
El sol eterno de las almas vivas." ...
Manaña 31de diciembre de conmemora el 75 aniversario de su repentino fallecimiento en Salamanca. Es un buen momento para recordar a tan importante figura de las letras y el pensamiento no ya español sino universal. Un día para rememorar este poemario para algunos 'lo mejor que se ha escrito en poesía religiosa después de Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz'. Nosotros les animamos a que hagan suya esta lectura porque creemos que es la mejor forma de homenajear a este importante y profundo escritor y la mejor manera de adentrarnos en su pensamiento.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Poesia de san Juan de la Cruz (1542 - 1591)
Coplas del alma que pena por ver a Dios.
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.
3. Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.
4. El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?
5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.
6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.
7. ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
8. Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.
3. Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.
4. El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?
5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.
6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.
7. ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
8. Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?
martes, 13 de diciembre de 2011
Poemas de San Juan de la Cruz (1542 - 1591)
CANCIONES DEL ALMA... [ II ]
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
Poemas de san Juan de la Cruz (1542 - 1591)
CANCIONES DEL ALMA... [ I ]
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,
a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.
¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,
a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.
¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
lunes, 12 de diciembre de 2011
POESIA DE SAN JUAN DE LA CRUZ (1542 - 1591)
HOY .... CÁNTICO ESPIRITUAL
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
3. Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando
pasó por estos Sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero:
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
7. Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
10. Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
12. ¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
El Esposo
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.
17. En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía;
y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa;
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa:
allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido;
que, andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.
21. De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.
22. En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.
24. No quieras despreciarme,
que, si color moreno en mi hallaste,
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mi dejaste.
25. Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.
26. Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos deI Amado.
28. Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada.
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores,
30. Por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.
Esposa
31. Oh ninfas de Judea!,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales
32. Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas
Esposo
33. La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte ó al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
36. Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos
37. Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí, tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena
39. Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
3. Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando
pasó por estos Sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero:
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
7. Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
10. Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
12. ¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
El Esposo
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.
17. En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía;
y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa;
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa:
allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido;
que, andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.
21. De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.
22. En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.
24. No quieras despreciarme,
que, si color moreno en mi hallaste,
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mi dejaste.
25. Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.
26. Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos deI Amado.
28. Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada.
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores,
30. Por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.
Esposa
31. Oh ninfas de Judea!,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales
32. Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas
Esposo
33. La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte ó al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
36. Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos
37. Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí, tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena
39. Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.
jueves, 8 de diciembre de 2011
INMACULADA
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
(Sacerdote - periodista - poeta)
Señora, Santa María:
Tú eres la mujer que el Génesis anunciaba
que pisaría la cabeza de la serpiente
Tú eres la Hija de Sión, a quien los profetas
invitaron a la mayor alegría,
porque el Señor te habitaba.
Tú eres la novia que el salmista canta e invita
a engalanarse, porque el Rey se ha enamorado de ella.
Tú eres la esposa del Cantar de los Cantares,
la amada a la que corteja Dios,
y la lleva al huerto cerrado, a la viña en flor.
Tú eres el reflejo de la sabiduría divina,
el diseño perfecto de su proyecto divinizador
sobre la humanidad.
Tú eres la joven a la que el Ángel Gabriel llamó
Llena de gracia, amada de Dios.
Tú eres la bendita entre todas las mujeres, ante quien Isabel,
la madre de Juan Bautista, exultó de alegría.
Tú eres la Nazarena, joven creyente,
que dio crédito a la revelación divina
y asumió la vocación más sobrecogedora de la historia.
Tú eres la peregrina, andariega, solidaria, servicial,
capaz de echarse a los caminos,
abandonada a la Providencia.
Tú eres la orante, la iniciada en las Escrituras,
que sabe iluminar la historia desde la luz de las profecías.
Tú eres la madre de la Palabra hecha carne,
la que dio a luz al Hijo de Dios,
al Verbo eterno hecho hombre.
Tú eres la meditativa de las palabras y acontecimientos
que excedían tu comprensión
y que acrisolaron tu fidelidad.
Tú eres la mujer fuerte, recia,
que se mantuvo de pie ante la prueba,
cimentada sobre la confianza que te daba la Palabra de Dios.
Tú eres la madre de la nueva humanidad,
de todos los hombres redimidos por la cruz de tu Hijo Jesús.
Tú eres la madre de la Iglesia, la intercesora y medianera.
Y al contemplar esta historia de predilección
que Dios tuvo contigo,
la Iglesia te invoca como Madre de Dios,
Inmaculada, Asunta al cielo.
“Santa María, Virgen Inmaculada,
Madre de Dios, Ruega por nosotros”.
(Sacerdote - periodista - poeta)
Señora, Santa María:
Tú eres la mujer que el Génesis anunciaba
que pisaría la cabeza de la serpiente
Tú eres la Hija de Sión, a quien los profetas
invitaron a la mayor alegría,
porque el Señor te habitaba.
Tú eres la novia que el salmista canta e invita
a engalanarse, porque el Rey se ha enamorado de ella.
Tú eres la esposa del Cantar de los Cantares,
la amada a la que corteja Dios,
y la lleva al huerto cerrado, a la viña en flor.
Tú eres el reflejo de la sabiduría divina,
el diseño perfecto de su proyecto divinizador
sobre la humanidad.
Tú eres la joven a la que el Ángel Gabriel llamó
Llena de gracia, amada de Dios.
Tú eres la bendita entre todas las mujeres, ante quien Isabel,
la madre de Juan Bautista, exultó de alegría.
Tú eres la Nazarena, joven creyente,
que dio crédito a la revelación divina
y asumió la vocación más sobrecogedora de la historia.
Tú eres la peregrina, andariega, solidaria, servicial,
capaz de echarse a los caminos,
abandonada a la Providencia.
Tú eres la orante, la iniciada en las Escrituras,
que sabe iluminar la historia desde la luz de las profecías.
Tú eres la madre de la Palabra hecha carne,
la que dio a luz al Hijo de Dios,
al Verbo eterno hecho hombre.
Tú eres la meditativa de las palabras y acontecimientos
que excedían tu comprensión
y que acrisolaron tu fidelidad.
Tú eres la mujer fuerte, recia,
que se mantuvo de pie ante la prueba,
cimentada sobre la confianza que te daba la Palabra de Dios.
Tú eres la madre de la nueva humanidad,
de todos los hombres redimidos por la cruz de tu Hijo Jesús.
Tú eres la madre de la Iglesia, la intercesora y medianera.
Y al contemplar esta historia de predilección
que Dios tuvo contigo,
la Iglesia te invoca como Madre de Dios,
Inmaculada, Asunta al cielo.
“Santa María, Virgen Inmaculada,
Madre de Dios, Ruega por nosotros”.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Santa María del Adviento (Preparando la gran fiesta de la Inmaculada)
Un poema - oración de Antonio Díaz Tortajada
María, humilde hija de nuestra estirpe,
circundada de belleza y de todas las gracias,
tú cristal purísimo, fuente incontaminada,
saliste de las manos creadoras de Dios
para dar inicio a tierras y cielos nuevos.
Tú, María, maravilla de Dios,
estás revestida del esplendor de santidad,
que siempre dona vida nueva
y lleva a nuestro mundo viejo
a los orígenes de la pura creación.
En ti, mujer humilde y acogedora,
la palabra eterna fija morada,
la humanidad entera conoce el gozo
de la liberación y de la esperanza;
y para todos se abre una estación de vida verdadera.
María, en este Adviento
que precede a la venida de tu Hijo,
haznos atentos a la Palabra que crea,
purifica y renueva,
que reconcilia, santifica y colma de gozo,
para que también en nosotros
el Verbo pueda hacerse carne.
Revístenos de tu vestidura de salvación,
regálanos un poco de tu luz de gracia y santidad
y haznos capaces de derramar
a nuestro alrededor
un poco de tu perfume, de tu belleza espléndida,
que sola salvará el mundo y lo unirá en la paz.
María, humilde hija de nuestra estirpe,
circundada de belleza y de todas las gracias,
tú cristal purísimo, fuente incontaminada,
saliste de las manos creadoras de Dios
para dar inicio a tierras y cielos nuevos.
Tú, María, maravilla de Dios,
estás revestida del esplendor de santidad,
que siempre dona vida nueva
y lleva a nuestro mundo viejo
a los orígenes de la pura creación.
En ti, mujer humilde y acogedora,
la palabra eterna fija morada,
la humanidad entera conoce el gozo
de la liberación y de la esperanza;
y para todos se abre una estación de vida verdadera.
María, en este Adviento
que precede a la venida de tu Hijo,
haznos atentos a la Palabra que crea,
purifica y renueva,
que reconcilia, santifica y colma de gozo,
para que también en nosotros
el Verbo pueda hacerse carne.
Revístenos de tu vestidura de salvación,
regálanos un poco de tu luz de gracia y santidad
y haznos capaces de derramar
a nuestro alrededor
un poco de tu perfume, de tu belleza espléndida,
que sola salvará el mundo y lo unirá en la paz.
jueves, 1 de diciembre de 2011
Poesia de la Inmaculada Concepción (1 de Diciembre. Tercer Día de la Novena)
Autor: Lope de Vega
La Niña a quien dijo el Ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,
ya le mira en un pesebre,
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre,
también se obliga a sus penas.
¿Qué tenéis, dulce Jesús?,
le dice la Niña bella;
¿tan presto sentís mis ojos
el dolor de mi pobreza?
Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda,
sino mis brazos y pechos,
que os regalan y sustentan.
No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera,
vos sabéis que vuestros cielos
envidiaran mi riqueza.
El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa.
Mas revelándole al alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.
La Niña a quien dijo el Ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,
ya le mira en un pesebre,
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre,
también se obliga a sus penas.
¿Qué tenéis, dulce Jesús?,
le dice la Niña bella;
¿tan presto sentís mis ojos
el dolor de mi pobreza?
Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda,
sino mis brazos y pechos,
que os regalan y sustentan.
No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera,
vos sabéis que vuestros cielos
envidiaran mi riqueza.
El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa.
Mas revelándole al alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.
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